Las personas mienten para quedar bien, por miedo, para proteger a otros, para excusarse, para obtener lo que quiere, para no perder ciertos derechos, por no querer decir una verdad aún más dolorosa, para dar una mejor imagen de sí mismos, para no ofender o hacer sufrir a otras personas con la verdad.
O no pueden decir que no, para poder tomar decisiones, por temor al rechazo, al ser juzgados, empeorar alguna situación o al castigo, sin pensar conscientemente que una mentira podría empeorar cualquier situación.
La mentira es utilizada para evitar o retrasar algo que por el momento nos puede parecer desfavorable, sin embargo, el resultado muy probablemente se reduce en un refuerzo negativo. La mentira en otras ocasiones podría también ser elaborada para obtener algo agradable, como potenciar la creatividad o inducir un cambio de comportamiento o acciones en otra persona, aunque esto comúnmente lo conocemos como, “manipulación”, por tanto, cumpliría también la función de refuerzo positivo, suponiendo que el resultado es para el bien de todos.
A pesar de que hay quien está acostumbrado al engaño, el ser humano no le agrada recurrir a la mentira, sin grandes consecuencias. Así, que cuando una persona se ve obligada a hacer uso de ella, el cuerpo se resiente y el cerebro experimenta estrés.
Sin embargo, quienes se ven obligados en ocasiones a recurrir a la mentira de manera forzosa (Como sería en el caso de una persona víctima de violencia doméstica.) Esta persona experimentan una serie de síntomas psicosomáticos muy concretos. Que al salir de esta situación es lo que crea un estrés postraumático, entre otras acciones.
En cambio, quienes están habituados al engaño y hacen de él su hábito en su vida, difícilmente sienten molestias físicas o emocionales, pues desarrollan esta habilidad para mentir, aunque la mayoría de las veces termina formándose una patología.
Como sería la mitomanía, que es un trastorno psicológico que lleva a una persona a mentir compulsivamente, a tal grado que la misma persona que dice mentiras, se puede creer sus propias mentiras.
Sin duda alguna, el resultado final de las mentiras normalmente nunca llevan a un final agradable, tarde o temprano la mentira sale a relucir, causando daños aún más graves, sin dejar atrás los efectos secundarios que esto puede traer en la salud física y emocional de la persona que está mintiendo.
Es por esto que si usted necesita ayuda, siempre un profesional de la salud mental podría ser su mejor opción.
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