Para el abogado Michael Ortiz, no hay mayor satisfacción que poder ayudar a una familia a arreglar su situación en este país y ver la alegría en sus rostros. En sus clientes, el abogado Ortiz recuerda la historia de su propia familia, quienes salieron de su país, El Salvador, huyendo de los horrores de la guerra en los ochenta y que llegaron a los Estados Unidos llenos de ilusión y deseos de una mejor vida.
“Cuando llegamos a California, yo tenía 12 años, llegamos un jueves. Al día siguiente mi padre me registró en una escuela y para el lunes estaba en mi primer día de clases. No conocía a nadie, no hablaba inglés… ese día me la pasé llorando”, recuerda.
Para su padre, la educación siempre fue muy importante y Michael recuerda que el esfuerzo y sacrificio de su padre fue su mayor inspiración para no dejarse vencer. “Me tomó dos años hablar inglés, pero lo logré”, nos dijo.
“De niño quería ser policía, mi abuelo paterno era parte de la guardia nacional en El Salvador y siempre me inspiró verlo en su uniforme y ayudando a la gente”, por ello, después de graduarse de la secundaria, ingresó al College con la intención de estudiar Psicología y justicia criminal. Como parte de un programa de empleos que ofrecía su universidad, empezó a trabajar para el sistema judicial, era asistente de jueces, esa experiencia lo ayudó a decidirse y se cambió a la carrera de leyes.
En diciembre del 2009 recibió su título de abogado y fue juramentado por uno de sus grandes mentores, el comisionado Dennis L Shanklin. Con especial cariño recuerda que de él aprendió el buen trato hacia las personas que iban a un juicio, “no importaba cuán grave era el delito, el comisionado Shanklin siempre los trataba con amabilidad y respeto, aún cuando el resultado no era favorable para ellos, al menos salían satisfechos porque él los escuchaba y les ofrecía consejos”, recuerda de quien se convirtió en una segunda figura paterna en su vida.
Michael Ortiz trabajó en el área penal por 12 años, para entonces llevaba varios años viajando cada fin de semana a Las Vegas a visitar a su pequeño hijo, después de su divorcio. La idea de moverse a esta ciudad crecía con el tiempo. Un día encontró un anuncio del abogado Eric Palacios, conversó con él y decidió aceptar la invitación a ser parte de su equipo legal, esta vez en el área de Inmigración.
“La conversación con Eric fue muy agradable, él es una persona honesta y me gustó su ética profesional. Entendió que mi experiencia era en el área penal, pero no dudó en ofrecerme el puesto y entrenarme con los miembros de su equipo, estoy muy agradecido por la oportunidad”, comentó.
Para Michael, toda su experiencia y aprendizaje tienen un propósito final: ayudar a sus clientes, “detrás de cada caso hay un ser humano, una familia, y yo estoy dispuesto a hacer mi mejor y mayor esfuerzo por ayudarlos a alcanzar su deseo de quedarse en este país y prosperar. En ellos veo a mi familia, a mi padre luchando por darnos un mejor futuro, recuerdo mis inicios y mi razón de estar aquí”, puntualizó.
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